A grandes rasgos existen tres enfoques para abordar los conflictos:
Enfoque
jurídico-moral o normativo. Trata de abordar el conflicto aplicando una serie
de normas jurídicas o morales. Es útil cuando existe un consenso básico entre
las partes sobre esas normas y lo que se discute es la aplicabilidad de estas
en el caso concreto. Cuando la divergencia predomina sobre el consenso el
enfoque normativo necesita de la fuerza para mantener zanjado el conflicto.
La negociación
o regateo coercitivo. El conflicto se considera omnipresente, ya que se
presupone que se debe a una tendencia a dominar, inherente al individuo en
sociedad, o imputable al menos a la escasez material. Las relaciones sociales
son una pugna entre dominantes y dominados, por lo que el conflicto solo puede
zanjarse o arreglarse, pero no resolverse.
Resolución de conflictos.
Se entiende una situación en que las partes establecen unas relaciones, sin
temor, que resultan aceptables para todos según sus preferencias individuales.
Además estas relaciones deben reflejar un perfecto conocimiento que elimine el
riesgo de que la violencia estructural convierta a una de las partes en
esclavos felices. Cuando un conflicto queda resuelto la situación se mantiene
ya que las partes están satisfechas.
La resolución
de problemas se ha definido como un enfoque no jerárquico, no directivo y que
no hace juicios, que da lugar a un proceso de participación en el que todas las
partes en un litigio determinan juntas en qué consiste éste, con ayuda de
técnicas de apoyo, y llegan a su resolución, de modo que todas ellas se
encuentren en una situación en la que puedan aprovechar al máximo la totalidad
de sus valores.
La finalidad
de la resolución de conflictos es llegar a una solución válida de un conflicto
sin pasar por la coerción. También, puedes consultar el libro de resolución de
conflictos o explorar más sobre conflictos sistémicos.

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